Todas y todos hemos tenido algún momento en nuestra vida en el que nos hemos preguntado qué estamos haciendo mal, porque hagamos lo que hagamos la báscula nunca baja.
Quizá estes en ese momento ahora… Si es así, este es tu artículo, y seguro que te ayudará a resolver algunas dudas respecto a este tema.
LA PRIMERA, EN LA FRENTE:
Perder peso engloba perder grasa, y más cosas…
El primer concepto erróneo lo podemos encontrar en la propia pregunta, ya que, en la mayoría de los casos, lo que realmente queremos es perder GRASA. Este error es bastante común.
Empezamos a entrenar fuerza, va pasando el tiempo y creo haber mejorado mi alimentación, me veo mejor, los pantalones empiezan a sentar genial… Pero la báscula ahí sigue, no se mueve ni un gramo.
¿Es tan relevante pesarse entonces?
No estoy diciendo que la báscula sea inútil, simplemente, puede llevarte a confusión ya que hay otros parámetros que pueden decirnos si realmente estamos consiguiendo el objetivo propuesto, la pérdida de GRASA.
Además de lo mencionado anteriormente, podemos medir algunos perímetros (como el de la cintura, cadera, muslo…), apoyo visual con fotos o un simple espejo, sentirnos “más ligeras” a la hora de realizar tareas del día a día.
Todo esto puede indicarnos cómo vamos en este proceso, y aún podemos conservar la báscula como medida quincenal o incluso mensual para ver como varía a lo largo del tiempo, con constancia y ADHERENCIA al plan que nos propongamos seguir.
Ahora que hemos entendido cómo podemos medir de forma más realista nuestra mejora de la composición corporal, es decir, mantener o aumentar nuestro nivel de masa muscular mientras reducimos nuestro porcentaje de grasa, podemos pasar a analizar algunos de los factores que pueden entorpecernos.
“SI A MI LO QUE ME ENGORDA ES EL PAN”.
Ese pan seguro que no es el problema, ni esas 4 galletitas…..
La culpa la tiene todo lo que ingieres a lo largo de un día , de tomar 70-100 gramos de azúcar a diario, de pasarnos con la mantequilla, el queso curado, o de la Coca-Cola…
Atención, dejar de comer, como ya hemos visto en otros artículos tampoco es la solución.
Va a hacer que pierdas PESO, pero recordad que ese no es el objetivo, yo quiero atacar la masa GRASA, y de esta forma voy a llevarme mucha masa muscular por delante, lo que casi nunca será beneficioso.
ENTONCES, ¿QUIÉN TIENE LA CULPA?
Que la obesidad y el sobrepeso son unas de las epidemias de este siglo no es una novedad para nadie.
Que nos cueste tanto mejorar nuestra composición corporal sin efectos rebotes, o sin someter a nuestro organismo a una desnutrición extrema con una “dieta de internet” es algo que nos suena a todos.
Pero tenemos que pensar que nuestro organismo no toma descansos, es un motor perfectamente engranado que está constantemente en funcionamiento. No podemos dar al botón de pausa, quitar lo que no nos gusta de repente, y continuar como si nada hubiera pasado.
La clave radica en entender el motivo de nuestro problema y trabajar GRADUALMENTE para mejorarlo, paso a paso. Por lo tanto, como vimos anteriormente, el culpable no va a ser un alimento concreto. Ni siquiera un factor en concreto, como puede ser nuestra alimentación en general.
ATENCIÓN A ESTOS FACTORES
-¿Cuánto he ingerido a lo largo del día, semana, mes…?
-Más allá de la cantidad, ¿qué tipo de alimentos he elegido durante el último día, semana, mes….?
-¿Soy sedentaria? ¿Paso mucho tiempo sentada? ¿Hago entrenamiento de fuerza? ¿Hace cuanto tiempo que no subo a un tercer piso por escaleras…?
-¿Descanso lo suficiente? 5 horas y una siesta de media horilla no suele ser suficiente…
-¿Consigo focalizar mi estrés, o vivo en una montaña rusa emocional?
-¿Mi entorno propone actividades que puedan ayudar a conseguir mi objetivo, o me alejan aún más de este…?
Creo que esta es una batería de cuestiones que todos debemos hacernos cuando queremos eliminar algo de grasa, y, obviamente, según avance el proceso, más “difícil” será y más fino tendremos que hilar para seguir mejorando…
El ser humano a veces tiende a buscar un culpable de una situación que considera negativa, en vez de pensar qué podemos mejorar para seguir avanzando.
Esto puede parecer una misma idea, pero ya la forma de afrontar el problema es diferente, porque ahora sí estamos pensando en qué debería hacer para corregir esa situación con la que no estoy conforme, en vez de simplemente lamentarnos echando la culpa a la cucharada de azúcar en el café matutino o a que comemos 2 plátanos después de cenar…
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